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Texto y fotografías: Maore Ruiz

Por si todavía no te has dado cuenta, en nuestro entorno cualquier excusa es buena y suficiente para terminar en un bar: cumpleaños, reuniones, encontrarse con alguien a quien hace tiempo que no has visto, un funeral, el momento “post” deporte, etc. Los bares son el espejo del día a día. Los bares nos hablan de la vitalidad de un barrio, cuantos más bares haya más ameno es el barrio. En 2013, una empresa multinacional de refrescos realizó un estudio en el que se afirmaba que tenemos el mayor índice de bares por habitante del estado, un bar por cada 167 habitantes; el 70% de los habitantes conoce el nombre de su camarero/a de confianza; en el Estado español hay 1.943 km de barra, ida y vuelta de A Coruña a Barcelona.

Más allá de su importancia económica, los bares cumplen una función muy importante: además de un lugar de consumo, los bares hacen de centro social y ayudan a crear relaciones. ¿Por qué es más importante la presencia de bares en algunos países de Europa que en otros? Existen diversas teorías, algunos afirman que es la representación de los países católicos. En una época, cuando la prensa libre y la libertad de expresión estaban prohibidas, los bares constituían un lugar seguro para hablar de cualquier cosa, sin represalias. En eso no hay ninguna duda; hoy en día, nos juntamos unos cuantos y seguimos intentando arreglar el mundo en un momento. Estos lugares son como templos, solo que aquí el ruido no está prohibido. En esas circunstancias nadie te va a juzgar, aunque alguna vez te inviten a guardar silencio. Además, quienes vemos los bares como si fueran templos, sabemos que vamos a encontrarnos con personas de diferentes credos, y eso los convierte en un lugar muy interesante. Observa cómo los bares reciben todo tipo de gente durante el día, y como cada cual tiene sus ritos y sus hábitos de consumo. A primera hora, nos encontramos con jubilados/as tomando café y leyendo el periódico, junto con las personas que vuelven después de terminar el último turno en la fábrica (los primeros, además de las del periódico, también esperan otro tipo de noticias). Después llegan los padres/madres que han dejado a sus hijos/as en la escuela; hacia el mediodía, las y los trabajadores de alrededor llegan a comer un pincho o un bocadillo junto a una cerveza bien fría. Constantemente van pasando realidades diferentes, y cuando llevas unas horas, aparece la cruda representación de las diferentes clases sociales.

Por lo tanto, queda clara la relación que hemos tenido con los bares desde la infancia. Es probable que no se nos olvide la cultura gastronómica recibida de nuestros padres y madres mientras nos llevaban de un bar a otro. Y es que seguimos tomando el mosto, el pincho y las rabas de los domingos. Aunque ahora hemos cambiado el mosto por la cerveza o por el vino. Esa esencia sigue en nuestra forma de vida, nos gusta mucho, y no podemos dejar de hacerlo. Pero aunque las hemos aprendido de nuestros mayores, muchas costumbres han ido cambiando con el tiempo. Ellos siguen firmes a la tradición, son la última generación, aunque no nos hayamos dado cuenta todavía. Ahora me estoy refiriendo concretamente a la comida. Nosotros valoramos otras cosas, y los restaurantes y cocineros/as con estrella Michelín son más famosos que nunca. Pura apariencia. Atención chicos y chicas, la comida de verdad está desapareciendo.

Comer bien no es una necesidad para todo el mundo; para mí, sí, y muy importante. Es bastante triste, pero en la mayoría de los establecimientos no se come demasiado bien, suele ser una comida bastante normal. La mayoría de las veces termino pensando que yo cocinaría mejor; pero bueno, la comodidad termina ganando. Los restaurantes que ofrecen comida tradicional no son la mayoría, y mucho menos los que cuentan con la habilidad y dedicación necesarias para cocinar. En la actualidad, las personas a quienes les gusta cocinar sienten la necesidad de ir a comer a los mejores restaurantes, a los que cuentan con una estrella Michelín; por lo visto, el sudor que se genera en esas cocinas es de otro nivel. Pero aún podemos encontrar bares donde siguen cocinando las recetas de nuestras abuelas y abuelos (bueno, sobre todo abuelas). Pero en la mayoría de los establecimientos se está optando por copiar platos de otros países, o por lo menos, intentarlo. Con esto no quiero decir que no me gusten las nuevas recetas de este mundo global; de hecho, muchas veces cocino platos diferentes, y mi despensa está repleta de ingredientes exóticos. ¿Qué es lo que buscamos fuera de casa? Tal vez no estemos dando la importancia que tienen a los sencillos platos de nuestra tierra. ¿Dónde han quedado la lengua en salsa, las perlitas rebozadas, los puerros con patatas? Hace algunos años ese tipo de platos podían encontrarse en muchos restaurantes, también en nuestras casas.  La comida tradicional de nuestras casas se está perdiendo. Las generaciones jóvenes estamos ya muy acostumbrados a consumir comida cocinada fuera de casa. En general, se valora más comer barato, rápido y mucho, que comer bien y pagar lo que corresponde.

Eso sí, cada vez que salgo de casa, me vienen a la cabeza los mismos lugares. Si tengo que gastar dinero, ya sé dónde merece hacerlo. Pero no siempre estamos en lugares conocidos, y es bastante fácil que terminemos en un lugar vulgar, aunque actualmente esos lugares tienen una imagen limpia y moderna. Cuando veo un lugar así, sé perfectamente lo que me van a ofrecer, y sé que no es para mí. No entiendo esa costumbre tan nueva de tener la barra llena de cosas, en vez de ofrecer un par de cosas buenas. Hace tiempo que se instaló la costumbre de ofrecer cartas y menús interminables en los bares y restaurantes, pero aún no se han dado cuenta de que las costumbres antiguas están volviendo, y que esa costumbre va a estar fuera de lugar dentro de poco. Si no sabes hacer una tortilla de patatas, no la hagas, no pasa nada, ya habrá quien la haga. Otras veces, sin embargo, en los lugares que menos llaman la atención es donde mejor cocinan. Seguramente tienen en la cocina a una persona que lleva 20 años allí, y, probablemente no sabrá cocinar un Smash Burger, o Pad Thai o el Sushi, aunque ella se llame Susi. Pregunta al camarero/a, y te sacará la mejor ración. Estate atenta/o a los detalles: recuerda que los bares de carretera donde hay muchos camiones suelen ser buenos; siempre y cuando no sean un burdel. Por esa razón, siempre que viajo suelo preguntar a la gente del lugar.

Mientras tanto, os voy a ofrecer una lista de diferentes bares de Durangaldea y sus pinchos. Eso sí, estos no tienen estrella Michelín. Puedes pensar lo que quieras y hacer tus propias reflexiones, pero en la lista que te voy a ofrecer hay pocos bares nuevos o modernos. Más bien, ninguno. No lo he hecho adrede, sino porque no he encontrado nada más destacable. ¡SALUD!:

ZORNOTZA

  • Singing Munch – Vísceras (patas de cerdo, callos o mollejas de cordero).
  • Tomasa – Bocadillo Kaiku
  • Bar La Amistad – Rabas

ATXONDO

  • Itziar (Apata) – Tortilla de patata con salsa picante
  • Etxebarri – Barra de pinchos y raciones de los domingos

ABADIÑO

  • Meson – Oreja de cerdo
  • Bodeguilla – Bocadillo de morcilla con salsa de tomate

DURANGO

  • Arkarazo – Champiñones o sandwich de pastrami
  • Amalur – Gildas
  • Mesoi Berri- Tortilla de patata
  • Bodegon Landako – Pincho moruno
  • Pausta – Espárrago triguero en tempura